La historia de Rosita Arenas, una de las figuras más emblemáticas del cine mexicano, es un relato que combina el esplendor de la fama con las sombras del sufrimiento. Nacida en Venezuela y nacionalizada en México, Rosita capturó la atención del público en la época dorada del cine gracias a su belleza, elegancia y versatilidad como actriz. Desde su debut a los 16 años en “Anacleto se divorcia” hasta su consagración en “María del Mar”, su talento se reflejó en una serie de papeles que abarcaban desde el drama hasta la comedia.
Su fama no solo se limitó a su actuación. A los 17 años, donó el dinero de su coronación como reina de la primavera a una clínica para niños afectados por la poliomielitis, un acto que la convirtió en un símbolo de generosidad y altruismo. A lo largo de su carrera, Rosita mostró un rango impresionante, colaborando con leyendas del cine como Luis Buñuel y Germán Valdés “Tintán”. Sin embargo, su vida private estuvo marcada por relaciones tumultuosas y un matrimonio fallido con Jaime de Mora y Aragón, quien la traicionó poco después de casarse.
La década de los 60 trajo consigo un nuevo amor, Abel Salazar, con quien se casó en una ceremonia lujosa, pero también enfrentó la realidad de una industria en cambio. A pesar de retirarse de la actuación, su legado perdura, con sus películas de terror como “El espejo de la bruja” y “La maldición de La Llorona” que siguen siendo recordadas.
Recientemente, Rosita ha hecho apariciones en medios, reflexionando sobre su carrera y celebrando su cumpleaños número 90 rodeada de su familia. Su vida es un testimonio de la dualidad de la fama: los momentos brillantes en la pantalla y las luchas personales detrás de ella. En un mundo que a menudo olvida a sus íconos, la historia de Rosita Arenas sigue resonando, recordándonos el impacto duradero que tuvo en la cultura cinematográfica mexicana.